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SEGUIR REMANDO

  • axelbeci
  • 9 abr 2021
  • 4 Min. de lectura

Hoy me he despertado y he vuelto a tener esa sensación que me acompaña de forma intermitente desde hace unos cuantos meses, una especie de dejá vu del que no consigo deshacerme, perpetuo e incesante. Otra prueba cancelada, una más, a tres días vista. Metido de lleno en la semana de taper y empezando a sentir esos nervios que siempre acompañan a una competición que has preparado, por grande o pequeña que sea. Anulación de viaje y de expectativas, reset psicológico y vuelta a empezar. O seguir. Porque ya van casi dos años desde la última competición preparada a conciencia, desde IM Copenhague 2019 en agosto. 20 meses, mucho tiempo. Podría hablar de otras carreras. Maratón de Sevilla, 70.3 Sables, el Half IM que corrí en solitario cuando se canceló el Half Madrid un día antes de la competición, la carrera del pueblo con colegas… pero no estaría haciendo justicia a un proceso de preparación específico como es el entrenamiento para competir en Ironman. Tan específico, mentalmente tan duro en muchas ocasiones, tan a largo plazo.


Siempre me ha llamado la atención lo modulable que es la percepción del paso del tiempo. Que no sea lineal, no pase siempre igual, que se altere según el grado de inmersión en el proceso en el que se está concentrado. Cualquier persona que haya competido en una prueba de gran fondo sabe de qué hablo. En carrera, el paso del tiempo no es lineal, a veces fluye y transcurre sin oposición. Otra veces se estanca, tozudo, y pretende no transcurrir. Las menos, es como si se detuviera, como si el factor tiempo dejara de tener sentido y sólo existiese el momento presente, un momento presente perpetuo, proyectando el yo hacia el exterior, fluyendo sin oposición. Decía Mark Allen que lo que él buscaba en todo momento en carrera era esa sensación, esa percepción de fluir sin oposición, ese estado en el que el paso de los minutos deja de tener sentido y simplemente te centras en un momento presente perpetuo. Y, para conseguirlo, lo único que tenía que hacer era lograr “quiet the mind”. No pelear, no luchar contra los elementos, contra los demás o contra su propio yo, dejar a un lado el ego y simplemente ser, fluir. Aplicar el concepto del WuWei, la “no acción”, en el transcurso de una competición brutal como el Ironman de Hawaii. Seguramente pocas cosas habrá más complicadas que conseguir ese estado mental en esas circunstancias.


Cuento todo esto, no porque me haya convertido al taoísmo, aunque su filosofía trate conceptos con los que me sienta especialmente identificado, sino porque, como decía, han transcurrido ya casi dos años desde la última competición de verdad, desde el último Ironman. Dos años en los que apenas he parado de entrenar, persiguiendo una competición esquiva que no acaba de materializarse. Y el tiempo, en ocasiones, parece detenerse, o incluso volver hacia atrás. No termina de fluir. Por suerte para mí, cuento con un entrenador que no busca el objetivo inmediato de una competición. La meta no es tal o cual carrera, no es rendir en un entrenamiento o una prueba concreta, no es hacer un test para poder subirlo a Strava (si ha salido bien, of course). El objetivo desde hace ya cuatro temporadas es dejar el ego a un lado y mejorar a largo plazo. Un agressive progressive overload que va construyendo al deportista, capa sobre capa, sesión sobre sesión, aunque a veces (muchas) los números no salgan, aunque en ocasiones (muy pocas) los números se salgan de la tabla. Mantener la cabeza fría, seguir remando. Y esto, para mí, es la verdadera esencia del deporte. Tan injusto en muchos momentos puntuales. Tremendamente justo, para bien o para mal, en el largo plazo.


Aun así, y teniendo esto muy claro, hay ciertos momentos, como después de las numerosas cancelaciones de pruebas del último año, en los que me da por pensar si merecerá la pena seguir remando, si realmente tiene sentido llevar así tanto tiempo. Porque no es lo mismo entrenar que Entrenar. Cuando Entrenas, buscas esa mejora a largo plazo, y fisiológicamente eres uno más, del montón, el entrenamiento duele, muchas veces. Unas por intensidad, otras por duración, otras por la fatiga propia del proceso, otras por la soledad que conlleva no poder entrenar con amigos porque las sesiones no coinciden, porque no cuadran. Es en esos momentos de struggling cuando me da por recordar y me repito a mí mismo una de las numerosas perlas de conocimiento y sabiduría deportiva de Clemente. No es literal, pero sería algo así: “entrenando a este nivel, es cuando se reconoce a los deportistas de verdad”. No sé si seré un “deportista de verdad”, aunque sí tengo cada vez más claro que para intentarlo se deben dejar a un lado muchas de las distracciones y tonterías que nos ocupan hoy en día. Aislarse del ruido.


Dentro de siete semanas, si todo va bien y la histeria colectiva no se apodera una vez más de este país extraño en el que vivimos, habrá carrera en Platja d’Aro. Campeonato de España de Larga Distancia, en distancia Ironman. Brutales escenario y recorrido. Brutal el nivel de los participantes. Toca, por tanto, intentar una vez más ser un deportista de verdad. Toca aislarse del ruido, viajar a esa cabaña en la montaña y dejar que el proceso siga su curso hasta llegar a la meta, más de 20 meses después. Toca, una vez más, seguir remando.


IM 70.3 Les Sables d'Olonne

 
 
 

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